El tiempo que tardas en tomarte un café, es suficiente para llevarte una agradable sorpresa. Ésta, llegó mientras percibíamos ese aroma inconfundible de la vieja cafetería, al tiempo que echaba mano de un pequeño bloc de notas, para que nuestro hijo se entretuviese realizando algún dibujo.
Nos gusta saborear un café las tardes de los viernes y detener el tiempo, para hacer un recorrido mental por lo que ha sido la semana. Entre sorbo y sorbo, charlamos y Pablo dibuja en ese pequeño bloc. Él se abstrae generalmente con dibujos indefinidos o ideales, y tampoco parece transcurrir ese tiempo que durante días anteriores, se evapora delante nuestra arañando fatigas, luces y sombras, y dejando a nuestros pies algo empírico: es el premio diario, que apilamos los fines de semana.
Cuando Pablo comenzó este dibujo, me hizo recordar a Antoni Tàpies, recientemente fallecido, porque de forma casi accidental fue a caer algo de azúcar sobre el papel donde Pablo garabateaba. Ésta quedó adherida al mismo, pues él gusta de utilizar el "Típex" que siempre lleva mamá encima para adornar sus casi, intraducibles dibujos. Muy poco tardé en advertirle de que su obra, tenía cierta similitud con las de Tàpies; con la diferencia que en este caso, era azúcar en lugar de tierra; algo más agradable de saborear, que el barro. Tal vez en la inocencia de sus casi siete añitos, reside la alegoría por la transición en su etapa de crecimiento y madurez: bienvenido a la tierra.